¿ No se ha encontrado usted con amigos, familiares o conocidos a los que, tras proponerles espontáneamente
salir a cenar, ir al cine, o simplemente dar un paseo, se deshacen en argumentos para eludir la propuesta ? No tienen nada
contra usted. Incluso, en el fondo, puede gustarles la idea. Pero no pueden aceptarla. Cualquier actividad que no tengan prevista
y para la que no se sientan preparados les aflige, les descoloca y les perturba. Son especialistas en complicarse la vida.
Personas a las que si les deseas que pasen un buen día pueden responderte : " gracias, pero tengo otros planes ".
Los complicadores son gente que no encuentra nada sencillo vivir. Si su automóvil, por ejemplo,
se empeña en no arrancar, empiezan a preguntarse : " ¿ Qué voy a hacer ? " " ¿ Y si la avería es irreparable y tengo que cambiar
de coche ? ". " Si es así, tendré que pedir un préstamo al banco ". " ¿ Y si no me lo concede ? " Y entretanto,
"¿ Cómo llevo los niños al colegio ?". " ¿ Cómo nos iremos de vacaciones ? ". Y acaban preguntándose : " ¿ Por qué la vida
es tan complicada ?".
Convierten cualquier hecho cotidiano, como una simple avería automovilística, en una catástrofe
personal. ! Es un milagro que no se les vaya todo el sueldo en terapias.
Hasta la simple invitación para salir de casa de cualquier amigo es, para un complicador, un tremendo
dilema.
Encontrarán los más peregrinos pretextos para evitar aceptarla: " ¿ Y si me llama alguien
por teléfono durante mi ausencia ? ". ¿ Y si hay un cambio climatológico y me pilla con ropa inadecuada ? ". " ¿ Estaré de
vuelta a tiempo de ver el último capítulo de la novela ? ". Para los complicadores no hay nada más angustiante que la pérdida
de control de su vida. Es decir, dejarse llevar por un impulso propio o ajeno que no tenían planificado. De ahí que su inmediata
reacción a esta probable pérdida de control sea encontrar los más retorcidos argumentos para defenderse de la sencillez.
¡ Serían capaces de hacer el amor con las piernas cruzadas !
Algunas personas son expertas en complicarse la vida. No pueden evitar percibir los actos más intracesdentes
o, admitámoslo, también los pequeños problemas, en adversidades tan difíciles de superar como ascender al Everest en bicicleta.
O en catástrofes dignas de figurar en la primera plana del New York Times.
"¿ Por qué hacerlo sencillo si se puede hacer complicado ? ", es un proverbio judío que los complicadores
parecen haber grabado a fuego en su mente para convertir su vida en un monumental jeroglífico. Esta forma de pensar, impregnada
de ansiedad, conduce a la idea de que cualquier pequeño problema nunca puede tener una solución fácil, sino que genera
necesariamente otros múltiples conflictos en cadena.
Los complicadores son como los barman: ¡ muy agitadores !
Los adictos al arte de complicarse la vida no parecen tener ningún sentido de la organización. Ni
tampoco una vara de medir de forma más realista las dificultades o los problemas que se les presentan. Su comportamiento
denota una excesiva preocupación por no perder ni un ápice el control de su vida. Cada situación que los complicadores van
a vivir la analizan, desmenuzan y sopesan desde todos los ángulos posibles hasta extremos enfermizos.
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Se empeñan en hacer a priori toda clase de cautelosas consideraciones en un casi siempre inútil
ejercicio de prever sus consecuencias, no dejando el mínimo resquicio al azar o la fantasía. Su objetivo es por tanto, no
encontrarse nunca cara a cara con lo imprevisto. ¡ Salvo que se trate de un premio de lotería !
AFÁN PERFECCIONISTA
Para muchos psicoanalistas, la conducta de los complicadores puede tener su origen
en un afán perfeccionista heredado de una rígida educación en su infancia, en el mismo instante en que un niño aprende
el aseo personal. Cuando éste comprende que puede complacer a su madre estando limpio, o lo contrario, no estándolo, toma
conciencia por primera vez de la posibilidad de "dominar " al otro. Pero cuando la madre se muestra excesivamente exigente
en este dominio, el niño deduce, inconscientemente, que para ser amado es necesario que él sea impecable. Esto es, que no
escape nada a su control, que mantenga una cautela sobre sí mismo y sobre su entorno. Exigencia que, en la edad adulta
se transforma en una constante de complicaciones cotidianas. ¡ Hasta para comer una sopa de letras los complicadores han de
hacerlo por órden alfabético !
Para este tipo de personas, no poder evitar complicarlo todo significa miedo al vacío.
Cuando otros se toman la vida con "filosofía", los complicadores calculan, piensan y analizan cualquier cosa para evitar la
decisión final. Una angustia que otros psicoanalistas también ubican en las primeras experiencias de separación sufridas por
el niño: ausencias maternales, destete, entrada en el colegio, que exigen una ruptura física con la madre. Si esta separación
no ha sido bien digerida, llegar al final de cualquier situación supone para los complicadores un verdadero problema. ¡ Vaya
por Dios !
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