Se ha dicho que el más grande objetivo del ser humano es alcanzar la felicidad. Experimentar en
lo posible, un estado duradero de plenitud, disfrutar, pese a los obstáculos y dificultades, de cada momento de vida, de la
mejor manera posible. Pero una cosa es el deseo y otra distinta, poder vivir de esa forma. Debe primero vencer a su mayor
enemigo ... el miedo.
El miedo es una emoción, una reacción emocional que nos impacta psicológica y físicamente.
Es el agente causal, el gran responsable de que nos paralicemos, evadamos o nos tornemos agresivos
en las circunstancias que consideramos o evaluamos como amenazantes.
Aunque se habla del miedo como algo genérico, en realidad hay muchos tipos de miedo. Podemos
experimentar miedo a la enfermedad, a la soledad, a la pérdida de la libertad, al fracaso, al ridículo, al rechazo o
al éxito. También existe uno de los miedos más extendidos, que es el conocido como miedo escénico, vinculado con la experiencia
de hablar en público.
La escala del miedo es amplia y sus escalones
se conocen por varios nombres: inseguridad, temor, miedo, terror y pánico. Existen, además, miedos
de alto poder que nos impiden pensar, y que se han conocido como fobias. Hay fobias a las alturas, a los espacios abiertos,
a los espacios cerrados, a volar en avión, a ciertos animales, y a muchos otros estímulos.
Es importante destacar que no todos experimentamos el miedo
en la misma forma o intensidad, pues lo que a algunos les impacta, a otros ni los ruboriza. En ocasiones podemos
experimentar temor, que puede verse como un estado de inquietud controlable, mientras que
otras, situaciones o personas nos impactan de manera traumática y duradera.
El miedo suele relacionarse con la autoestima, pues a medida que alcanzamos un mayor
grado de autoconfianza, menos frecuente e intenso es nuestro miedo. Y aunque lo ideal sería que esa confianza se viera
fortalecida desde el nacimiento y durante la crianza, lo que suele ocurrir es que las permanentes reprimendas de padres,
familiares y maestros, así como las comparaciones, humillaciones y otras experiencias
limitadoras, nos restan seguridad y dificultan nuestro
desempeño efectivo.
Los efectos del miedo son diversos y lamentables : en
vez de salud produce enfermedad, pues la preocupación y la ansiedad nos desestabilizan; en vez
de armonía produce conflictos, pues desde el miedo saboteamos las relaciones, y nos hacemos dominantes
o víctimas; y en vez de productividad genera improductividad, pues la
falta de confianza afecta claramente nuestra capacidad de lograr objetivos.
Enfrentar el miedo, requiere, ya se ha dicho, confianza y fe. Una confianza que proviene
del trabajo y la preparación, y una fe que proviene
de la idea esperanzadora de que la vida y nuestra vida tienen algún sentido espiritual, y que Dios no desea lastimarnos.
Un elemento esencial para reducir el miedo, es centrarse en el presente, vivir día por día, haciendo
lo mejor que podamos, en lugar de orientarnos hacia el futuro y sus riesgos y peligros. Puede usted usar lo que se ha definido
como "psicología del éxito", como la técnica de los pequeños logros, que nos dice que en vez de centrarse
en lo grande, podemos atender a lo pequeño e ir ganando confianza gradualmente.
Es recomendable no compararse, pues la comparación nos puede hacer sentir inferiores a
otros y activar el miedo al rechazo y
otras formas de autodesaprobación. La toma de riesgos calculados es útil para ir venciendo
el miedo poco a poco, y en lo estrictamente corporal, en lo fisiológico, es útil
mantenerse relajado, pues la relajación es uno de los más poderosos antídotos para el miedo. Resulta importante
centrarse en las capacidades y no en las limitaciones, pues debemos
recordar que tenemos conciencia, inteligencia, creatividad, voluntad, capacidad de elegir, y muchos
otros dones valiosos.
Desde el punto de vista espiritual, ángulo o enfoque valorado por muchos, poco dados a interpretaciones
lógicas de la existencia, se nos ha dicho que el miedo proviene de la identificación con el cuerpo, pues si nos viésemos como
seres de energía o como almas, sería imposible temer, puesto que la energía y el alma son
indestructibles.
Finalmente, el trabajo debe centrarse en limpiar la mente, de temores pasados, anclados
como una linterna intermitente que envía débiles pero molestos pulsos de luz al momento
actual. Buena parte de nuestros miedos provienen de situaciones ya pasadas
pero no olvidadas, procesos abiertos, situaciones no resueltas que aún perturban. De manera
que si desea profundizar, haga una lista de situaciones
que le atemorizaron y revívalas ahora desde su nueva experiencia, desde el adulto que es hoy
y sane a ese niño interior huidizo y frágil.
Si lo considera necesario, busque ayuda terapéutica. Es más
fácil recorrer un camino con quien ya lo ha recorrido antes. Y ¡ adelante ! Viva con valentía y determinación.